Ferias y fiestas en el hielo
Herman De Man (1989-1946)
En circunstancias normales, los agricultores, los trabajadores, las sirvientas y los jornaleros hacían su trabajo y aceptaban la vida tal y como era: estaban los agricultores ricos y las personas respetables que eran los adinerados y los pobres que tenían que trabajar duro para ganar dinero. Todos desempeñaban su tarea día tras día. Pero el invierno de 1890/91 la situación fue diferente. Había poco trabajo en el campo, los hábitos cotidianos desaparecieron y buscaron otras actividades. En épocas normales, la gente pobre también patinaba y se interesaba especialmente por los campeonatos de patinaje de velocidad y de patinaje elegante (Schoonrijden) en los que podían ganar dinero.
Era muy normal encontrar puestos improvisados instalados en el hielo para comprar bebidas y algo para picar. En 1890/91 había muchas más actividades. Se organizaban divertidas ferias en los ríos helados. Las diferentes ferias competían entre sí con las actividades que ofrecían. Uno ponía una carpa de baile en el hielo, el otro hacía lo mismo pero ofrecía algo de comer. Otro copiaba la idea pero añadía loterías. Pronto estas ferias de diversión se hicieron muy conocidas en las ciudades de todo el país y los habitantes empezaron a ir a ellas.
Un día una gran fiesta fue anunciada en Vreeswijk pero justo el día antes de la fiesta una persona murió de cólera cerca de Vreeswijk y la enfermedad se propagó a otros pueblos. El gobierno local trató de impedir la fiesta basándose en las leyes de enfermedades infecciosas pero la ley solo menciona las ferias y mercados de carácter ordinario y no las fiestas en el hielo. Aunque al día siguiente, las campanas de la iglesia volvieron a sonar anunciando nuevas muertes, la fiesta empezó. Primero se celebraron los campeonatos de patinaje de velocidad, distancias cortas y largas, patinaje artístico y patinaje elegante. Participaron sobre todo personas de clase baja. Se otorgaron grandes premios a los ganadores. Incluso los mejores patinadores de Friesland fueron para ganar parte de los premios. No solo había mucho público en los campeonatos sino también para la comida y bebida. Mucha gente buscaba pareja para bailar en el hielo. La fiesta continuó hasta bien entrado el día.
Al día siguiente la fiesta continuó. Las leyes se incumplían, los valores por los que la población local era conocida con anterioridad ya no podían cumplirse. Las mujeres y los hombres se desinhibieron perdiendo la vergüenza por completo; la mala conducta que era hasta entonces invisible… y de nuevo sonaron las campanas, esta vez también en Vreeswijk y Schoonhoven porque la enfermedad se cebaba con las personas más demacradas y débiles. La gente pensaba: ¿qué podrían hacer contra ella? Hoy estaban bien, mañana quizá muertos, así que mejor fiesta. Y hubo fiesta. Las mujeres exuberantes se tiraban escandalosamente a los brazos de los nobles. Algunos se sentían avergonzados pero otros no. La fidelidad conyugal ya no importaba. Eso había pasado a ser una antigua norma para tiempos normales. Así, los padres de familia patinaban con mujeres de mala reputación por las ciudades. Las amas de casa se sentaban en los bares, sin pudor, en los regazos de hombres desconocidos. Malas canciones, aprendidas de la gente de la ciudad se cantaban a gritos. Una de ellas sobre el fin del mundo y decía que la gente debía aprovechar cuanto antes todo aquello que después no podría disfrutar más.
Esta es una historia increíble sobre una región que todavía hoy es conocida por su fe religiosa. Esta historia explica cómo las condiciones de vida y el clima pueden cambiar por completo una comunidad. Todo esto ocurrió en el hielo en contraste con aquellos otros que patinaban la "Elfstedentocht".
En circunstancias normales, los agricultores, los trabajadores, las sirvientas y los jornaleros hacían su trabajo y aceptaban la vida tal y como era: estaban los agricultores ricos y las personas respetables que eran los adinerados y los pobres que tenían que trabajar duro para ganar dinero. Todos desempeñaban su tarea día tras día. Pero el invierno de 1890/91 la situación fue diferente. Había poco trabajo en el campo, los hábitos cotidianos desaparecieron y buscaron otras actividades. En épocas normales, la gente pobre también patinaba y se interesaba especialmente por los campeonatos de patinaje de velocidad y de patinaje elegante (Schoonrijden) en los que podían ganar dinero.
Era muy normal encontrar puestos improvisados instalados en el hielo para comprar bebidas y algo para picar. En 1890/91 había muchas más actividades. Se organizaban divertidas ferias en los ríos helados. Las diferentes ferias competían entre sí con las actividades que ofrecían. Uno ponía una carpa de baile en el hielo, el otro hacía lo mismo pero ofrecía algo de comer. Otro copiaba la idea pero añadía loterías. Pronto estas ferias de diversión se hicieron muy conocidas en las ciudades de todo el país y los habitantes empezaron a ir a ellas.
Un día una gran fiesta fue anunciada en Vreeswijk pero justo el día antes de la fiesta una persona murió de cólera cerca de Vreeswijk y la enfermedad se propagó a otros pueblos. El gobierno local trató de impedir la fiesta basándose en las leyes de enfermedades infecciosas pero la ley solo menciona las ferias y mercados de carácter ordinario y no las fiestas en el hielo. Aunque al día siguiente, las campanas de la iglesia volvieron a sonar anunciando nuevas muertes, la fiesta empezó. Primero se celebraron los campeonatos de patinaje de velocidad, distancias cortas y largas, patinaje artístico y patinaje elegante. Participaron sobre todo personas de clase baja. Se otorgaron grandes premios a los ganadores. Incluso los mejores patinadores de Friesland fueron para ganar parte de los premios. No solo había mucho público en los campeonatos sino también para la comida y bebida. Mucha gente buscaba pareja para bailar en el hielo. La fiesta continuó hasta bien entrado el día.
Al día siguiente la fiesta continuó. Las leyes se incumplían, los valores por los que la población local era conocida con anterioridad ya no podían cumplirse. Las mujeres y los hombres se desinhibieron perdiendo la vergüenza por completo; la mala conducta que era hasta entonces invisible… y de nuevo sonaron las campanas, esta vez también en Vreeswijk y Schoonhoven porque la enfermedad se cebaba con las personas más demacradas y débiles. La gente pensaba: ¿qué podrían hacer contra ella? Hoy estaban bien, mañana quizá muertos, así que mejor fiesta. Y hubo fiesta. Las mujeres exuberantes se tiraban escandalosamente a los brazos de los nobles. Algunos se sentían avergonzados pero otros no. La fidelidad conyugal ya no importaba. Eso había pasado a ser una antigua norma para tiempos normales. Así, los padres de familia patinaban con mujeres de mala reputación por las ciudades. Las amas de casa se sentaban en los bares, sin pudor, en los regazos de hombres desconocidos. Malas canciones, aprendidas de la gente de la ciudad se cantaban a gritos. Una de ellas sobre el fin del mundo y decía que la gente debía aprovechar cuanto antes todo aquello que después no podría disfrutar más.
Esta es una historia increíble sobre una región que todavía hoy es conocida por su fe religiosa. Esta historia explica cómo las condiciones de vida y el clima pueden cambiar por completo una comunidad. Todo esto ocurrió en el hielo en contraste con aquellos otros que patinaban la "Elfstedentocht".